Llegaba el momento de partir hacia Italia. Unas horitas de tren hasta Barcelona y luego el duro transporte de las armaduras hasta el puerto para coger un barco. Los aduaneros fueron muy comprensivos con nosotros al vernos cargados con escudos y con tanto hierro en nuestras maletas. Una vez en Italia un autobús rápido como el rayo nos llevó a Sulmona. El viernes por la mañana ya nos tocó hacer algo de turismo por esa bella población rodeada de montañas situada en la región de Abruzzo, donde el agua de sus fuentes siempre salía fría.
El barrio que nos apadrino para la Giostra fue la Tomba, cuyos colores eran el verde, el blanco y el amarillo, y durante toda la Giostra llevamos sus pañuelos colgados al cinto. Además nos obsequiaron con una deliciosa pasta casera para comer. Mencionar también a Roberto quien nos invitó a su bar, regentado por su madre, española de nacimiento.
El domingo por la tarde llegó el momento en el que todos los barrios se reunían en un parque y se preparaban para su turno en el desfile. Nosotros, conocedores de lo que pesan las armaduras, buscamos enseguida sitio donde sentarnos para que la espera no se hiciera más dura que el propio desfile.
Cada grupo invitado hizo su particular exhibición en los descansos que se hacían mientras los jinetes se preparaban para la siguiente ronda. Nosotros salimos con una teatralización de un combate con el resultado pactado, íbamos con el tiempo medido y el sonido del cuerno nos hablaba del final de la exhibición. El problema es que con el casco puesto no se escuchaba demasiado bien el sonido del cuerno. Tras la exhibición llegó el momento de disfrutar de la cena con nuestros amigos de la Tomba.
Fueron unas horas de carreras, pero pudimos contemplar de pasada muchos de los rincones de la poderosa Roma de hace 2.000 años. Con un sol que no perdonaba y unas fuentes de agua fría a las que acudíamos como oasis en el desierto, llegamos a la conclusión de que Roma no se hizo en un día y que por ello hace falta más de uno para verla y disfrutarla.
Llegaba el momento de partir hacia Italia. Unas horitas de tren hasta Barcelona y luego el duro transporte de las armaduras hasta el puerto para coger un barco. Los aduaneros fueron muy comprensivos con nosotros al vernos cargados con escudos y con tanto hierro en nuestras maletas.
El sábado todos los grupos realizaron actuaciones en los barrios que los acogían. Todos salvo tres que fueron a la plaza principal, las gaitas escocesas, los bailes alemanes y las armaduras españolas.
El domingo por la tarde llegó el momento en el que todos los barrios se reunían en un parque y se preparaban para su turno en el desfile. Nosotros, conocedores de lo que pesan las armaduras, buscamos enseguida sitio donde sentarnos para que la espera no se hiciera más dura que el propio desfile.
El domingo por la tarde llegó el momento en el que todos los barrios se reunían en un parque y se preparaban para su turno en el desfile. Nosotros, conocedores de lo que pesan las armaduras, buscamos enseguida sitio donde sentarnos para que la espera no se hiciera más dura que el propio desfile. .
ACada grupo invitado hizo su particular exhibición en los descansos que se hacían mientras los jinetes se preparaban para la siguiente ronda. Nosotros salimos con una teatralización de un combate con el resultado pactado, íbamos con el tiempo medido y el sonido del cuerno nos hablaba del final de la exhibición. El problema es que con el casco puesto no se escuchaba demasiado bien el sonido del cuerno. Tras la exhibición llegó el momento de disfrutar de la cena con nuestros amigos de la Tomba.
Algunos instantes de nuestro viaje a la Giostra del 2014 de Italia.
No quisimos irnos de Italia sin mostrarle a nuestros anfitriones que la la mano y media es mucho más de lo que se ve en las películas. Y para ello improvisamos una pequeña explicación del manejo de la mano y media.